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El pasado viernes, los socios y simpatizantes de la Casa de Castilla-La Mancha, nos despertamos con la trágica noticia: Esteban Ortiz Manzaneque, el principal impulsor de esta asociación en sus primeros momentos y el primero de sus presidentes, nos había dejado la noche anterior víctima de un ictus.

Mucho le debemos los socios de esta Casa. No sólo por el magnífico trabajo que en ella realizó, sino también por la ilusión que transmitía, que nos servía a los demás para implicarnos y, a su lado, sacar adelante todas las iniciativas que continuamente nos proponía. Desde la inauguración de nuestra sede, hasta la puesta en marcha del Certamen de Casas Regionales de las fiestas de A Coruña, pasando por aquel mítico viaje a la Romería de Tomelloso, su pueblo, en el que representamos tan bien a nuestra Coruña, que aún hoy sus paisanos manchegos lo recuerdan con nostalgia y alegría.

Esteban, desde su corazón manchego, se declaraba profundamente enamorado de Galicia, su otra patria, y en concreto de A Coruña, su ciudad, de la que decía quedó prendado desde el primer día que, como viajante de comercio, la visitó cargado de maletas y muestrarios. “Si no es en Madrid, mamá, yo quiero vivir en La Coruña”, le escribió a su madre en aquella primera visita, y así fue. Aquí se estableció, formó su familia, y creó su negocio: Comercial Manzaneque.

Para Esteban, la vida no fue fácil. El estigma de ser hijo de represaliado por el franquismo, lo convirtió en un hombre fuerte, que se centraba en el lado positivo de la vida y en los amigos, sin dejar que la historia y los agravios amargaran su carácter. Nos lo quiso contar y nos dejó su testimonio por escrito en sus memorias: “Así lo recuerdo, y así lo cuento”. “Es lo único que le voy a dejar a mi nieto” dijo al presentarlas, obviando todo el cariño que nos dio, que es su auténtico legado.

Vivió como lo recordamos: alegre y jovial. Amigo de sus amigos. Amante de su familia y de sus dos patrias: Galicia, y su querida La Mancha. Supo sembrar afectos allá por donde fue, porque para él querernos era su estilo de vida, y necesitaba vernos alegres para sentirse bien. No es que no tuviera sus “broncas” de vez en cuando, pero nada que realmente hiciera mella en su corazón.

Nos dejó y eso ya no tiene solución. Nos queda su legado, su recuerdo y, a los que colaboramos con el, tanto dentro como fuera de la Casa de Castilla – La Mancha, sus enseñanzas.

Querido Esteban, sabemos que estarás haciendo amigos donde quiera que estés. Unidos en tu recuerdo, tu familia, amigos y compañeros, alzamos nuestras copas y gritamos al unísono en tu honor:

¡VIVA LA VIRGEN DE LAS VIÑAS!

AMIGO ESTEBAN: ¡QUE LA TIERRA TE SEA LEVE!

Este Jueves, día 6 de abril de 2017, a las 20:15 celebraremos un funeral en su recuerdo en la Iglesia de los Jesuitas.